Todas y todos tenemos claro que el arte es necesario y que forma parte de nuestra base cultural, tanto por tratarse de documentos históricos como por ser una manifestación de la sociedad en la que tiene lugar. Desde el arte más etnográfico hasta la última performance, el arte esta concebido como un bien patrimonial. Artitas, creadoras y creadores .deben recibir un apoyo institucional…pero…hasta que punto la sociedad está de acuerdo con esto?
Las manifestaciones artíticas están vistas como un “privilegio”, Los precios desorbitados que se pagan por las obras de artes ha venido cercando entorno a unas élites. El mercado del arte viene controlado por galeristas y gente de un poderío económico tal que es capaz de marcar una parte de las tendencias. Hablando de capital privado, y sin tocar la relación proporcional entre capital y tendencias, diremos que ellos se crean un mercado que resulta inaccesible. Entrando en el tema de lo público, todos sentimos la necesidad de dar nuestra opinión. Aquí empieza el debate. Hasta que punto un barrio marginal o de la periferia puede destinar su presupuesto en adquirir obras de arte? Que prefieren los habitantes, una escultura urbana o una guardería?
Lo que es cierto es que el arte nos educa, si crecemos en un ambiente artístico, en una sociedad en la que se preocupa por fomentar la creatividad y donde tienen cabida diferentes formas de expresión, los habitantes potenciarán este valor. Una mala gestión administrativa acaba en obras de arte de un elevado presupuesto de producción que permanecen ajenas al contexto en el que se sitúan. ¿Para qué o más bien, para quién están destinadas? Si realmente estas piezas atraen gente a estas zonas… no sería mejor realizarlas en torno a su contexto urbano? ¿Quién disfruta de ellas?